Marcel Giró
Prensa
El binomio de São Paulo
Núvol.
Agus Izquierdo
La Fundació Vila Casas llena el Palau Solterra de la obra de Palmira Puig y Marcel Giró, tándem capital en la historia de la fotografía catalana
Los alpinistas samurais que invocaban Antònia Font, cuando Antònia Font todavía cantaba. Esta reminiscencia mallorquina me golpea la cabeza cuando contemplo una fotografía de 1930, sin título. Blanco y negro y nostalgia. Unos bastones de senderismo en primer plano y una bandera, ondeando y desenfocada, al fondo. Es una pieza que transmite calma de un mar en reposo. La obra la firma Marcel Giró y su poética onírica me tiene hipnotizado. Es solo una de las setenta obras de la pareja Palmira Puig y Marcel Giró, que encontraremos en Saudades de São Paulo, la última propuesta del Palau Solterra en la Fundació Vila Casas.
La misma cámara (muchas veces, una Hasselblad), pero empleada con dos ópticas diferentes. Esta sería una manera de explicar la obra del tándem formado por Palmira Puig Giró y Marcel Giró. Saudades de São Paulo, comisariada por Rocío Santa Cruz y dirigida por Glòria Bosch, es de aquellas muestras que atraen con fuerza magnética. Las que encontraréis aquí son fotografías honestas y humanas, con un tratamiento de la realidad sensible y personal, y a la vez con un respeto por la disciplina formidable.
Saudades de São Paulo es un homenaje a la trayectoria vital y artística de dos figuras capitales en la historia de la fotografía catalana, y ofrece la oportunidad de ver una colección viva, que no deja de crecer e incorporar nuevos elementos. Contiene piezas genuinas que recuerdan a corrientes fotográficos como el subjetivismo fotográfico alemán o japonés. Se trata de “una fotografía abstracta, con lenguaje propio”, asegura la comisaria.
Durante la primera mitad de los años cincuenta, el matrimonio protagonista se estableció a São Paulo, donde abrió un estudio fotográfico: el Estudio Giró, que se convertiría pronto en uno de los estudios más importantes en un país en eclosión. Un Brasil florecido de sueños, esperanzas y un futuro esplendoroso, y donde el lenguaje de Marcel Giró y Palmira Puig encajó a la perfección. Con el paso de los años, su trabajo se irá consolidando, y de hecho coincidirá con el redescubrimiento de la Fotografía Moderna (experimental, salvaje y conceptual). La actividad de la pareja también se introducirá en el Foto Cine Clube Bandeirante (FCCB), movimiento visual que defenderá la fotografía como expresión artística y autónoma que trabaja con la exploración de la geometría, el encuadre, el enfoque y el tratamiento de la luz y la sombra.La muestra es el resultado de idas y venidas, y sobre todo de la celeridad de Toni Ricart Giró (sobrino de los dos artistas). Ricart Giró, movido por un impulso de justicia artística, ha estado muchos años llevando a cabo una tarea de investigación, filtraje y descubrimiento immesurable: “A veces cuesta saber qué foto es de uno o del otro”. “Al principio, pensaba que la creación de Palmira era más bien anecdótica, pero a través de la recuperación me he dado cuenta que es más prolífica de lo que habíamos creído en un primer momento”.
Sería injusto comparar esta pareja con Robert Capa y Gerda Taro. Al contrario del caso anterior, Pamira Puig Giró no se situaba en la sombra ni en un segundo plano. Lo puede parecer, porque su carácter, discreto y modesto, hizo que la obra de Marcel fuera, en un primer momento, más visible. Ambos fotografiaban con un criterio parecido, fruto de una relación que iba más allá de la conexión artística, profesional y sentimental.Y es que la exposición también es un tipo de reivindicación de la producción de Palmira Puig. A pesar del sincero nodo de confianza personal que configuraba la pareja, mientras Marcel preparaba un poco el escenario, Palmira fotografía la escena de forma espontánea.
El objetivo de todo este esfuerzo y tiempos dedicados, a pesar de todo, vale la pena, puesto que pretende poner en su lugar a unos fotógrafos no suficientemente valorados en Cataluña, pero sí en cambio muy recordados en la ciudad brasileña donde todavía hoy son reconocidos. Además, sus piezas forman parte de colecciones de instituciones como el MACBA, el Metropolitan, el MoMA o el MASP de São Paulo.
Agus Izquierdo
La Fundació Vila Casas llena el Palau Solterra de la obra de Palmira Puig y Marcel Giró, tándem capital en la historia de la fotografía catalana
Los alpinistas samurais que invocaban Antònia Font, cuando Antònia Font todavía cantaba. Esta reminiscencia mallorquina me golpea la cabeza cuando contemplo una fotografía de 1930, sin título. Blanco y negro y nostalgia. Unos bastones de senderismo en primer plano y una bandera, ondeando y desenfocada, al fondo. Es una pieza que transmite calma de un mar en reposo. La obra la firma Marcel Giró y su poética onírica me tiene hipnotizado. Es solo una de las setenta obras de la pareja Palmira Puig y Marcel Giró, que encontraremos en Saudades de São Paulo, la última propuesta del Palau Solterra en la Fundació Vila Casas.
La misma cámara (muchas veces, una Hasselblad), pero empleada con dos ópticas diferentes. Esta sería una manera de explicar la obra del tándem formado por Palmira Puig Giró y Marcel Giró. Saudades de São Paulo, comisariada por Rocío Santa Cruz y dirigida por Glòria Bosch, es de aquellas muestras que atraen con fuerza magnética. Las que encontraréis aquí son fotografías honestas y humanas, con un tratamiento de la realidad sensible y personal, y a la vez con un respeto por la disciplina formidable.
Saudades de São Paulo es un homenaje a la trayectoria vital y artística de dos figuras capitales en la historia de la fotografía catalana, y ofrece la oportunidad de ver una colección viva, que no deja de crecer e incorporar nuevos elementos. Contiene piezas genuinas que recuerdan a corrientes fotográficos como el subjetivismo fotográfico alemán o japonés. Se trata de “una fotografía abstracta, con lenguaje propio”, asegura la comisaria.
Durante la primera mitad de los años cincuenta, el matrimonio protagonista se estableció a São Paulo, donde abrió un estudio fotográfico: el Estudio Giró, que se convertiría pronto en uno de los estudios más importantes en un país en eclosión. Un Brasil florecido de sueños, esperanzas y un futuro esplendoroso, y donde el lenguaje de Marcel Giró y Palmira Puig encajó a la perfección. Con el paso de los años, su trabajo se irá consolidando, y de hecho coincidirá con el redescubrimiento de la Fotografía Moderna (experimental, salvaje y conceptual). La actividad de la pareja también se introducirá en el Foto Cine Clube Bandeirante (FCCB), movimiento visual que defenderá la fotografía como expresión artística y autónoma que trabaja con la exploración de la geometría, el encuadre, el enfoque y el tratamiento de la luz y la sombra.
La muestra es el resultado de idas y venidas, y sobre todo de la celeridad de Toni Ricart Giró (sobrino de los dos artistas). Ricart Giró, movido por un impulso de justicia artística, ha estado muchos años llevando a cabo una tarea de investigación, filtraje y descubrimiento immesurable: “A veces cuesta saber qué foto es de uno o del otro”. “Al principio, pensaba que la creación de Palmira era más bien anecdótica, pero a través de la recuperación me he dado cuenta que es más prolífica de lo que habíamos creído en un primer momento”.
Sería injusto comparar esta pareja con Robert Capa y Gerda Taro. Al contrario del caso anterior, Pamira Puig Giró no se situaba en la sombra ni en un segundo plano. Lo puede parecer, porque su carácter, discreto y modesto, hizo que la obra de Marcel fuera, en un primer momento, más visible. Ambos fotografiaban con un criterio parecido, fruto de una relación que iba más allá de la conexión artística, profesional y sentimental.
Y es que la exposición también es un tipo de reivindicación de la producción de Palmira Puig. A pesar del sincero nodo de confianza personal que configuraba la pareja, mientras Marcel preparaba un poco el escenario, Palmira fotografía la escena de forma espontánea.
El objetivo de todo este esfuerzo y tiempos dedicados, a pesar de todo, vale la pena, puesto que pretende poner en su lugar a unos fotógrafos no suficientemente valorados en Cataluña, pero sí en cambio muy recordados en la ciudad brasileña donde todavía hoy son reconocidos. Además, sus piezas forman parte de colecciones de instituciones como el MACBA, el Metropolitan, el MoMA o el MASP de São Paulo.