Marcel Giró
Prensa
Fotógrafa, por fin
El Punt AVUI
Maria Palau
Maria Palau
La galería Rocío Santa Cruz descubre la obra de Palmira Puig-Giró, una completa desconocida
Palmira Puig-Giró (1912-1978) se ha tenido que esperar una eternidad porque alguien la descubriera como fotógrafa. Este alguien ha sido la galerista Rocío Santa Cruz, que hace unos años empezó a trabajar el archivo de su marido, el fotógrafo badalonense Marcel Giró (1913-2011), gracias a la confianza que le hizo su sobrino, Toni Ricart Giró. Después de exponerlo, el 2017, quedó con dudas. En el fondo, formado por 4.000 negativos y centenares de hojas de contacto, se distinguen dos estilos, uno de más abstracto y el otro de más realista. Pero es que, además, en muchas de las imágenes aparece Marcel Giró y, por lo tanto, no las pudo hacer él.
Se las hizo ella, Palmira Puig-Giró, porque ella también era fotógrafa. Santa Cruz ha desenterrado su historia y su obra, que expone hasta el 16 de marzo a su galería de la Gran Vía de Barcelona.
¿Cómo ha podido pasar tan desapercibida esta autora? En parte por culpa del exilio que los dos emprendieron después de la Guerra Civil. El primero a marchar, el 1937, fue él, primero en Colombia, donde ella viajaría un tiempo después. Finalmente, se instalaron en el Brasil. Se habían casado por poderes el 1942, pero se conocían desde la adolescencia porque los padres eran amigos. Palmira había nacido en Tàrrega en el seno de una familia republicana que después de la guerra fue duramente represaliada.
Emigrar fue el único camino que encontró la pareja para vivir su aventura de amor y para librarse a su pasión: la fotografía. “Llegaron al lugar oportuno en el momento oportuno. Brasil de los años cincuenta era un país en construcción que necesitaba fotógrafos para captar el espíritu de su utopía de modernidad”, explica Rocío Santa Cruz. Los Giró Puig, que de Cataluña se habían llevado cámaras y conocimientos que habían aprendido en un laboratorio de un pariente, no se lo pensaron dos veces y abrieron un estudio a São Paulo que se convertiría en uno de los más reputados de fotografía de publicidad y moda del país.
Marcel era el que llevaba la batuta, sí. Y es innegable el papel de musa que ejerció Palmira en su trabajo: “Ella aparece en sus imágenes de arquitectura, al fondo de espaldas para dar la idea de escala.” Pero, en paralelo, Palmira creó su obra, a veces con la misma cámara y el mismo carrete de su marido, cosa que ha contribuido a tantas confusiones. “Palmira da mucha importancia a la figura y a su contexto. Es más poética. Marcel tira más hacia la abstracción”, precisa la galerista, que, olfato aparte, para diferenciar las dos personalidades creativas, ha acabado localizando sus trabajos firmados, los más antiguos como Palmira Giró y los últimos como Palmira Puig.
Que en Cataluña fuera una completa desconocida no quiere decir que en el Brasil también lo fuera. “Allá sí que siempre la han reconocido como fotógrafa. E hizo exposiciones.” Los Giró Puig, los dos, fueron destacados miembros del Foto Cine Clube Bandeirante, al cual en 2016 el museo de São Paulo recordó en una muestra. Palmira figuraba, por supuesto. “Para el Moma, que ha adquirido obra suya, es una fotógrafa brasileña”, remacha Santa Cruz.
Con Cataluña retomaron el vínculo el 1951. venían una vez al año para ver la familia. Un verano se escaparon a Ibiza. De esta estancia hay unas preciosas fotografías que estaban mal catalogadas, puesto que se creía que eran de México. No fue hasta la llegada de la democracia que decidieron volver definitivamente. El 1977 fueron a recibir al presidente Tarradellas (esta, como otras fotografías personales, han salido de un álbum cedido por una sobrina de la fotógrafa). Palmira ya estaba enferma de cáncer y su cuerpo se rendiría meses después. “Para Marcel fue una golpe muy fuerte y cerró el estudio de São Paulo”. Murió casi centenario sin poder ver el rescate de su querida fotógrafa, con carácter propio.