Marcel Giró


Premsa

Aguantar la respiración

Toni Ricart. Revista Ojos Rojos, 2015

Mi tio Marcel Giró me dio tres consejos relacionados con la fotografía.

El primero era que en el laboratorio conviene cerrar los ojos para tener más sensibilidad al tacto, aunque estés a oscuras. Esto se ponía en práctica sobre todo durante el proceso de revelado en la época de la fotografía analógica. Totalmente a oscuras había que extraer la película de su chasis e introducirla lentamente por unas guías diminutas dentro de una espiral de plástico, cuidando que no se pegara a las guías, de lo contrario el revelador podría no llegar a toda la superfície de la película y se podrían perder fotos. Si se cerraban los ojos, efectivamente, parecía como si los dedos se movieran con mayor agilidad y esa operación tan complicada salía mejor. Todavía hoy, cuando quiero apreciar mejor una textura, acostumbro a cerrar los ojos.

El segundo consejo era que cuando se fotografían paisajes hay que evitar situar el horizonte en el centro del encuadre. Es mejor dar prioridad a la parte de cielo o bien a la parte de tierra, de lo contrario la imagen pierde intencionalidad, pierde interés.

Y el tercero era que en el momento de disparar, independientemente de la velocidad, hay que aguantar la respiración para evitar que la foto salga movida. Desde que me lo dijo, siempre que hago fotos disparo aguantando la respiración, incluso con la cámara montada en el trípode. Me gusta pensar que, además de evitar que la cámara se mueva, el hecho de aguantar la respiración ayuda a tomar conciencia del momento, le da una especie de solemnidad al instante de disparar, lo eleva a la categoría de acto único, diferente e irrepetible.

Pensaba en todo esto una mañana del verano de 2011 en el sur de Inglaterra, cuando paseaba por un bosque fotografiando el juego de luces y sombras que se forman bajo los árboles. Pensaba precisamente en estos consejos cuando sonó mi móvil y me anunciaron que Marcel había muerto. Tenia 98 años.

Nacido en Badalona (Barcelona) en 1913, Marcel Giró fue, desde muy joven, un aficionado a la fotografía y al montañismo. Al inicio de la Guerra Civil se alistó como voluntario en una unidad de montaña en los Pirineos. En 1937, decepcionado por los constantes enfrentamientos entre las distintas facciones que luchaban contra Franco, decidió exiliarse. Cambió su coche por un revolver y cruzó los Pirineos a pie hasta Francia, donde residió dos años realizando todo tipo de trabajos. En 1940 pudo viajar a Colombia. Al cabo de unos años se casó con la catalana Palmira Puig y se instalaron definitivamente en Sao Paulo, en Brasil. Allí tuvo distintos trabajos hasta que un día le encargaron las fotos para una campaña electoral. Le pagaron más por aquellas fotos que lo que obtenía durante todo el año con otros trabajos. Decidió entonces dedicarse por completo a la fotografía.

En 1950 ingresó en el Foto-Cine Club Bandeirante, considerado el punto de origen del movimiento modernista en Brasil. Fue uno de los principales miembros de lo que se ha conocido como la Escuela Paulista, junto a otros fotógrafos como José Yalenti, Thomaz Farkas, Gertrudes Altschul, Eduardo Salvatore, Chico Albuquerque, Geraldo de Barros, Rubens Teixeira Scavone, Ademar Manarini, German Lorca, y Gaspar Gasparian entre otros. En 1953 abrió su propio estudio, Estúdio Giró, que llegó a ser uno de los principales del país, pionero de la fotografía publicitaria moderna en Brasil.

Sao Paulo en los primeros 50 era una ciudad rabiosamente moderna, donde confluyeron las últimas tendencias artísticas americanas y europeas. Los miembros de la Escuela Paulista se sumaron a esta ebullición creativa, experimentando con propuestas nuevas y audaces. El movimiento modernista supuso una auténtica revolución que rompió con las corrientes documentalistas y pictorialistas vigentes hasta entonces. Por primera vez se usaba la fotografía como un lenguaje propio, subjetivo, utilizando la luz, los contrastes, la geometría y las nuevas formas de la arquitectura y de la industria como elementos básicos.

Marcel Giró supo asimilar la esencia del movimiento modernista manteniendo un estilo propio. Como dice Iatã Cannabrava, comisario y redescubridor de la Escuela Paulista:

“Con una unidad formal sorprendente, incluso en las sombras más duras, en las geometrias más frías, en los contrastes menos rítmicos, siempre hay una delicadeza que impregna sus fotos.” (1)

Por su parte, Helouise Costa y Renato Rodrigues da Silva, autores del imprescindible libro A fotografía moderna no Brasil, han escrito:

“Giró asumió íntegramente la fotografía como un ejercicio de visión, con el que abrió el campo de la sensibilidad moderna hacia una investigación exhaustiva de la naturaleza y hacia la posibilidad de mostrar la abstracción que emana de las escenas más comunes. Su visión es extremadamente generosa.

Reafirmando el campo de la figuración, sus fotos nos recuerdan al mismo tiempo la abstracción. No es forma pura, no es realismo. En la obra de Giró todo da lugar a la ambigüedad.” (2)

Para mí Marcel fue siempre un referente en cuestiones artísticas. Tenia unos criterios estéticos muy sólidos y sus opiniones en este campo eran apreciadas por mucha gente. Te valoraba la calidad de una foto o de una pintura con argumentos muy convincentes. Todos en la familia sabíamos que era un fotógrafo famoso en Brasil, pero no fue hasta después de su muerte que descubrí hasta que punto esto era cierto. Marcel Giró es un mito en Brasil, y su obra sigue siendo una referencia imprescindible en la historia reciente de la cultura brasileña.

En 1978, tras la muerte de su esposa vendió su estudio, abandonó su trabajo como fotógrafo publicitario y regresó a Barcelona. Palmira, su esposa, fue su gran amor, su musa y el punto de equilibrio que optimizaba su evolución artística. Ella se encargaba de toda la organización del estudio y su influencia fue decisiva en la obra de Marcel. Al morir Palmira, Marcel cerró una etapa de su vida, y dejó también la fotografía artística. Se dedicó a viajar y a pintar, con unos criterios muy cercanos a los de su obra modernista.

En varias ocasiones le propuse de preparar un libro o una exposición con sus fotos de los 50, pero él respondía que había perdido su archivo en un incendio y que casi no tenía nada con suficiente calidad para publicar. Parecía que no quería volver a rememorar esta época.

No fue hasta después de su muerte, cuando llegó a mis manos lo que quedaba de su archivo, que empecé a descubrir las maravillas que contenían los miles de negativos y transparencias guardados cuidadosamente en archivadores y cajas. Decidí entonces que esta obra no podía caer en el olvido y me dediqué durante un año a seleccionar, escanear y limpiar cientos de negativos de medio formato. Fue un trabajo apasionante de revisión de más de 4000 negativos 6×6. Giró acostumbraba a re-encuadrar algunas de sus fotos a la hora de ampliar, y esto me obligó, en los casos en los que no tenia las correspondientes hojas de contacto con indicaciones a imaginar como lo hubiera hecho él, por dónde hubiera cortado. Cuando a altas horas de la noche me enfrentaba a un nuevo negativo casi podía oir su voz diciéndome: “Ahí, corta por ahí, ¿no lo ves? Esta parte de la izquierda no tiene ningún interés…” Finalmente autoedité un libro de 200 páginas  y un sitio web. Con el libro acabado di por cumplido mi deseo de dejar un testimonio de su obra. Pero en realidad aquí empezaba otra historia fascinante. Paralelamente a la edición del libro, en Brasil Iatã Cannabrava, fotógrafo y comisario de fotografía, estaba re-descubriendo la época dorada de la Escuela Paulista con una exposición itinerante titulada Moderna para siempre. Junto a la galerista carioca Isabel Amado hicieron un importante trabajo de investigación y recuperación de obras de los 50. A través del libro y el sitio web que acababa de publicar, me localizaron e iniciamos una relación que culminó con la exposición Marcel Giró Moderno en la Galeria Bergamin, de Sao Paulo en Noviembre 2013  donde expusimos 40 copias vintage de Giró. Allí tuve la suerte de encontrar a personas que conocieron y trabajaron con Marcel. Entre otros, al gran fotógrafo German Lorca, el último superviviente de la Escuela Paulista, un tipo simpático y vital que me contó que discutía a menudo con Marcel sobre cuestiones estéticas, “Marcel tenía muy mal genio”– me decía riéndose. También pude conocer a dos célebres fotógrafos que empezaron como asistentes de Giró cuando tenían 17 años: JR Duran  y Marcio Scavone, interesantes y entrañables personajes. Duran recuerda los días mágicos que pasó en Estúdio Giró:

“Le acompañaba de vez en cuando en sus salidas de fin de semana en busca de la fotografía pura, de sus ensayos, fuera del estudio y de los trabajos publicitarios. Estas expediciones urbanas eran verdaderas clases de fotografía y nunca olvidaré todo lo que aprendí: la composición, la elegancia, el encuadre. Fundamentales para mi fotografía actual.

Siempre me impresionó el modo como retrataba a las personas. La energía que ponía en el momento de la foto era mágica, sorprendente. Aprendí con él la importancia de la posición de las manos de los retratados, la elegancia en la postura, el momento de capturar la expresión correcta para dar la impresión deseada.” (3)

También Marcio Scavone rememora su experiencia con Giró:

“Aquellos fueron años heroicos en los que el fotógrafo publicitario reinaba soberano, incluso por encima de su propia agencia y del cliente..”

“La idea que la fotografía como ejercicio profesional presupone el perfeccionismo, o el hecho de ir más allá que los simples mortales, la idea de que el cazador debe volver con su presa, de que sencillamente estaba prohibido errar, todo ello lo aprendí de Marcel.”

“Y estaban los retratos. El ritual, la postura, la dirección, pero sobre todo, y siempre, una conversación visual, que en los días previos a la prueba de Polaroid se basaba en esa característica que seria la pérdida más grande de la era digital: la capacidad de previsualización. Saber que se está haciendo y dejar la sorpresa del laboratorio solamente para la parte técnica (exposición, foco, color, etc.) ya que el resto, o sea todo, ya había sido escudriñado por su mirada implacable”. (3)

Unos meses más tarde organizamos una exposición retrospectiva con 65 reprints en Badalona (Barcelona), su ciudad natal, y que viajará a otras ciudades españolas y europeas . Uno de los comentarios que más se repetía entre los asistentes a la exposición era lo sorprendentemente vigentes que eran las imágenes expuestas. Fotografías hechas hace 60 años pero dotadas de un impacto visual y de unos criterios estéticos que podrían ser perfectamente contemporáneas.

Y fue allí, en Badalona cuando dábamos los últimos toques antes de la inauguración que tuve la agradable sensación de estar cerrando un círculo. El círculo que inicié el día que abrí la primera caja y miré a contraluz la primera tira de negativos, que pasó por Sao Paulo y que se cerraba en la ciudad donde nació Marcel. Y una vez más, aguantando la respiración, le di las gracias por todas esas maravillas que nos ha dejado.


Toni Ricart Giró


1- Iatã Cannabrava. Marcel Giró Moderno. Catálogo de la exposición. São Paulo: Galeria Bergamin, 2013

2- Helouise Costa y Renato Rodrigues da Silva. A Fotografia Moderna no Brasil. São Paulo: Cosac Naify, 2004

3- Toni Ricart Giró. Marcel Giró,. Fotografies. Blurb.com, 2012



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